lunes, 12 de noviembre de 2012

Dos bellos cuentos jienenses de tradición oral


El hombre del saco


           Había una vez una familia compuesta por una niña y sus padres que vivía en un pueblo donde había una vieja fuente donde se lavaba la ropa.

           Un día, la niña decidió ir a lavar su ropa a la fuente. Antes de empezar, se quitó un collar de oro que tenía y lo colgó en un zarzal cercano a la fuente. Cuando la niña terminó de limpiar la ropa en la fuente, se volvió a su casa con sus padres. Al darse cuenta de que se había olvidado el collar en el zarzal y como no quería que sus padres lo supieran, se escapó por la noche a recuperar el collar. Al llegar a la fuente cogió el collar de oro, pero, de repente, un hombre que estaba por allí la cogió y la metió en un saco.
          Ese hombre iba de puerta en puerta pidiendo. Y antes de llamar a la puerta le decía a la niña que tenía metida en el saco para que la gente le diera limosna: “Canta que te doy con la palanca”. Y así la niña cantaba:


“Por un collarito de oro
que en la fuente me dejé
ni a mi madre ni a mi padre
jamás los volveré a ver.”



           El hombre siguió mendigando hasta que llegó a una casa cuyos habitantes le invitaron a comer. Una vez que hubo comido, como el hombre del saco estaba muy cansado, se echó la siesta. Mientras dormía, los habitantes de la casa abrieron el saco y vieron a la niña. La sacaron y la llevaron de vuelta con sus padres, mientras que al hombre le llenaron el saco de varios animales como perros, gatos, gallos …


El hombre del saco es un
perturbador personaje del
mundo onírico infantil, presente
en toda España y en otros países
del mundo.
                                                                 

            Cuando el hombre despertó de la siesta cogió su saco y se fue a seguir mendigando, pero al decirle  al saco “Canta que te doy con la palanca”, salieron de él un montón de ruidos: “¡Guau, guau!”,”¡Miau, miau!”, “¡Kikirikíiiiiiiiiiiii!”.
            El hombre, extrañado, salió del pueblo y abrió el saco. Pero al hacerlo todos los animales salieron de dentro y le devoraron.  



La viuda y el mendigo


            Había una vez un pueblo en el que vivía una viuda noble, la cual solo tenía un hijo.

            Un día llegó al pueblo un hombre que iba de casa en casa pidiendo comida. Cuando le daban lo que pedía respondía: “El que hace para él hace”.

            Cuando el mendigo pasó por la casa de la viuda, ésta quedó ofendida por la respuesta del mendigo, así que la noble planeó una venganza: la próxima vez que pasara por su casa pidiendo le envenenaría la comida que más tarde le daría. Y así lo hizo.

             El mendigo se fue al bosque a comerse la comida que la noble le había dado. Pero resulta que en ese mismo bosque estaba cazando el único hijo de la viuda noble, al que se le había olvidado la comida, y al ver al mendigo le exigió que le diera la comida que su madre le había dado. El mendigo, antes de darle la comida, dijo: “el que hace para él hace”. Al final el hijo se comió la comida envenenada y murió, dejando a su madre sola.


Fuente oral: Dorotea Segura Cózar (mi abuela), de Torres de Albánchez, Jaén


Pablo Peña Romero de 1º de Bachillerato de Ciencias