miércoles, 14 de noviembre de 2012

Leyenda toledana clásica


                                                        El beso


                 Corrían los tiempos en que las tropas de Napoleón  habían invadido Toledo. Un capitán y su regimiento de Dragones llegaban por la noche a un convento, el cual fue indicado por unos soldados, era San Pedro Mártir . Una vez hubieron llegado, todos se durmieron, excepto el capitán , que pasó la noche en vela y se lo hizo saber a sus compañeros. El grupo se quedó atónito al conocer que todo era debido a la presencia  de una mujer. La sorpresa fue mayúscula cuando a medida que avanzaba la conversación, el capitán desveló que se trataba de una estatua, la estatua de una mujer que por la forma de esculpirla su autor, debió de ser unas de la mujeres más hermosas de su tiempo. Se trataba de la esposa del conde de Fuensalida, Elvira de Castañeda.

Esa noche hicieron una fiesta en el lugar en que se encontraba la estatua, y el capitán contemplaba absorto a la bella dama. Cuando sus amigos se percataron, le llamaron la atención. Sin embargo, el capitán cogió una copa y se dirigió a la estatua del conde y, acto seguido, tomó un sorbo y lo escupió a la estatua. Sus compañeros, desconcertados ante su actitud, intentaron calmarle, viendo que se encontraba fuera de sí por la belleza de una mujer, que al fin y al cabo, era sólo de mármol.

El capitán en esos momentos sólo tenía ojos para Elvira de Castañeda y sin poder resistirse a los encantos de una mujer que a él se le antojaba de carne y hueso, intentó acercar sus labios a los fríos labios de la escultura. Sólo quería un beso para poder calmar su ansiedad, para tranquilizar una mente confundida que ya no distinguía la realidad y que se había perdido por oscuros laberintos que no le permitían regresar al mundo de los vivos. Quería abrazarla y sentirla.

Justo en ese momento, el pesado brazo del conde se levantó, cayendo de plano sobre la cabeza del capitán  que en un instante se desplomó. Al llegar al suelo sus amigos vieron perplejos cómo sangraba abundantemente por boca y nariz. Nadie se atrevió a mover el cuerpo. El joven capitán había muerto.
El beso, de Rodin

Nerea Sánchez
1º Bachillerato de Sociales
Fuente de la leyenda:  www.toledo-turismo.com

Lee la versión de nuestro escritor predilecto y maestro de la leyenda escrita, Gustavo Adolfo Bécquer: El beso

                                                                 

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